Ingredientes
250g
de harina de trigo
3g
de levadura (se puede ajustar en función de lo esponjosos que los
queramos)
12g
de mantequilla
140ml
de agua
5g
de sal fina
Sal
gorda para decorar y bicarbonato sódico
Preparación
Existen
bastante versiones de la receta de los brezels, algunas llevan leche,
otras realizan un prefermento desde el día anterior, utilizan sosa
cáustica en vez de bicarbonato… pero yo soy de la versión
sencilla que no requiere tanto tiempo de preparación ni, sobre todo,
tanta antelación.
Lo
primero, pues, es mezclar todos los ingredientes (menos la sal gorda
y el bicarbonato sódico) en una fuente grande, amasando hasta formar
una bola elástica y
manejable. Tapamos con film transparente y dejamos levar durante más
o menos una hora hasta que la masa doble su volumen.
Enharinamos
ligeramente la masa, amasamos y dividimos la masa en seis porciones
iguales. Cada una la convertimos en palito alargado, de unos 40cm de
largo,dejando el centro un poco más gordo que los extremos, y le
damos su forma característica, que se consigue entrelazando los dos
extremos y doblándolos sobre el centro.
Ahora
llega el momento más complicado del proceso, porque si directamente
horneáramos, los brezels no tendrían ese sabor tan especial. Así
pues, el paso crucial consiste en disolver dos cucharadas de
bicarbonato sódico en litro y medio de agua, que llevaremos a
ebullición, y en la que sumergiremos los brezels uno a uno durante
20 segundos con ayuda de una espumadera. Después los escurrimos y
los colocamos en una bandeja sobre papel de hornear.
Por
último, espolvoreamos un poco de sal gruesa por encima para darles
el toque definitivo y horneamos durante 20 minutos a 200ºC, hasta
que estén dorados, pero sin llegar a quemarse. Dejamos enfriar y a
disfrutar.